LA ANTIGUA GALERÍA NACIONAL
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LA ANTIGUA GALERÍA NACIONAL
Después de la Revolución de 1848, la presentación de una Galería de Arte Nacional hizo a todos los pequeños estados alemanes adquirir una mayor fortaleza y mejorar su reputación.
La generosa donación de 262 pinturas del banquero y cónsul berlinés Wagener a la Corte Prusiana fue la razón principal de la construcción de la Galería Nacional, pues la condición que éste impuso a los reyes para dicha adquisición fue que la colección debía estar a disposición del pueblo. Así, se encargó de nuevo a Stüler el diseño de un nuevo museo para la Isla en 1862, quien se basó en la arquitectura romana para construir un "templo para el arte".
Su forma exterior se terminó por completo en 1876, siendo un remarcado ejemplo arquitectónico del Clasicismo Tardío, pero al mismo tiempo compartiendo elementos ya del arte del Siglo XIX: desde la Revolución Francesa hasta la Primera Guerra Mundial, del Clasicismo hasta el arte de la Secesión.
En el Siglo XX, Hugo von Tschudi, el por aquel entonces director del museo, adquirió nuevas obras del impresionismo francés de autores de gran relevancia como Manet, Monet y Cézanne. De esta manera, aunque el museo ya aguardaba en su interior obras de importantísimos artistas alemanes como Friedrich, Flechen, Runge, Liebermann, Menzel o Schadow, con esta última compra consiguió un toque internacional significativo para el museo.
Durante la Segunda Guerra Mundial, el edificio sufrió severos daños y las obras fueron almacenadas en diversos edificios. Desde 2001 fueron de nuevo devueltas a la Galería Nacional y en la actualidad se puede disfrutar de cada una de ellas.
Una de las obras escultóricas más apreciadas por los berlineses es el "Doble retrato de las Princesas Luisa y Federica de Prusia", siendo también un gran punto de interés dentro del estilo Neoclásico Europeo. Es el primer retrato femenino de tamaño natural que se realizó, de hecho, es el retrato de dos personas a las cuales no había necesidad de perpetuar por sus méritos, como un gobernante o comandante.
Dos años tardó en realizar Caspar David Friedrich la famosa pintura "Monje en el mar", en la cual se puede observar de un solo vistazo a los tres elementos por separado: campo, mar y cielo. Como protagonista de la escena una única figura: un monje en la orilla. A sus espaldas, un mar ennegrecido que casi se funde con las nubes grisáceas que continúan hacia arriba hasta topar con el cielo azulazo. Lo más interesante de esta pieza es la distribución del espacio de la imagen, la cual, como un abismo, no deja respirar, no hay límite, sólo el limbo entre el día y la noche, la incertidumbre y la esperanza, la vida y la muerte.
Como muchas otras historias auto-inventadas, Schwids nos habla en "La rosa" de una romántica Edad Media, en un escenario entre un bosque alemán y un castillo, donde el dueño de un amor insatisfecho simboliza la desilusión.
En la década de 1840, Menzel creó para Franz Kuglers la hasta ahora popular "Historia de Federico El Grande" a través de ilustraciones. La obra pictórica "Concierto de flauta de Federico El Grande en Sanssouci" es una de dichas ilustraciones llevadas a la pintura. En la escena, se aprecia al monarca tocando la flauta ante sus invitados y la visita de su hermana. Lo más relevante de ésta es que, en este caso, no se representa al Federico II en un momento apoteósico o apocalíptico, sino más bien en un ambiente cálido perfectamente equilibrado con la luz y la musicalidad del momento.
En la estación alemana de la zoología marina cerca de Nápoles, donde Anton Dohr consiguió su doctorado darwinista como zoólogo, había una habitación reservada para el estudio y la socialización entre colegas. Junto con el joven escultor Adolf Hildebrand, Marées pintó sus cuatro paredes con frescos, mostrando imágenes del paisaje y la vida cotidiana de los alrededores. Una de ellas fue la obra "Los remeros", que muestra la salida de los pescadores en la costa de Ischia con un dominio de la luz y la pincelada de alto virtuosismo, y a la cual podemos encontrar también el la Antigua Galería Nacional.
La obra de "Los tejedores en el granero" es una de las obras maestras de Max Liebermann y parte de una de sus series pictóricas de los años 1880. Tanto para él, como para muchos otros colegas artistas, Holanda fue un destino muy importante por aquella época, ya que en sus cuadros no se mostraban las típicas escenas de las fiestas sociales de la burguesía, sino que se le dio cabida a las escenas cotidianas de los trabajadores como motivo, además de salir del clásico estudio del claroscuro de los sus grandes maestros influyentes como Rembrandt o Fran Hals.
Las obras de Manet suelen estar caracterizadas por estar compuestas por dos figuras en lugar de realizar un simple retrato de una sola persona, ya que eso le permitía al artista establecer un diálogo entre ambas, así como una situación. El doble retrato de Jules Guillemet y su mujer, "En el invernadero", es uno de los más importantes, especialmente porque describe sutilmente la relación de pareja manteniendo un suspense psicológico, conectándose en el lienzo con la mayor delicadeza de gradaciones de color y contrastes.
"La ola" de Gustave Courbet es una de las grandes obras del artista, así como del arte de la época romántica. En 1869, el pintor se trasladó a Etretat, donde realizo diversos estudios del mar. Los críticos contemporáneos vieron en las obras de olas realizadas entre 1869 y 1870 también un mensaje político, de agitación republicana, una imagen de la fuerza del pueblo. Independientemente de dicho mensaje, el poeta Baudelaire destacó de esta obra de Courbet, que ésta muestra justamente el momento en la que la ola converge, algo difícilmente reproducible por su corta duración.