MUSEO NUEVO

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Museo Nuevo
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MUSEO NUEVO

El Rey Federico Guillermo IV (1795 -1861) le encargó al arquitecto Friedrich August Stüler (1800 – 1865), que dibujase unos bocetos para un nuevo edificio, cuyo diseño y líneas de construcción acabarían siendo el Museo Nuevo. Para su alzamiento, Stüler utilizó técnicas muy modernas para la época. Así, se usaron por primera vez, estructuras de hierro en un edificio cultural.

El edificio de cuatro alas y estilo clasicista fue construido entre los años 1843 y 1846. Su interior sin embargo, no estuvo completamente acondicionado hasta 1859, el cual requirió de un gran trabajo para mostrar y estar a la altura de las joyas históricas que iban a ser expuestas allí. Como ejemplo, para mostrar las obras de arte egipcio, sus paredes y elementos arquitectónicos se decoraron con motivos también egipcios.

La construcción sufrió severos daños durante la Segunda Guerra Mundial, quedando destruida casi por completo.

Los soldados británicos y estadounidenses, tras la toma del Berlín Oeste, trasladaron numerosas obras de arte a instalaciones provisionales de almacenamiento en Celle, Frankfurt y Wiesbaden y, a mediados de los años cincuenta, los trajeron de vuelta al Berlín Occidental. Los que fueron adquiridos por el ejército soviético, fueron trasladados a Moscú y Leningrado y, en su mayor parte, también devueltos a Isla de los Museos, alrededor de la misma fecha.

Con la devolución de las obras a la Isla de los Museos, se supo que el desarrollo de la colección del Museo Egipcio era aún mayor de lo que se pensaba; pues incluso décadas después de la expedición de Bonaparte a Egipto del año 1798, las colecciones reales de arte de Prusia ya mostraban algunas antigüedades egipcias que se hallaban en 1698 entra una de las cámaras reales de los Príncipes Electores.

Todos los períodos de más de tres mil años de la historia de Egipto están representados en Berlín a través de obras maestras: desde la tumba de Metjen alrededor de 2600 a. C. hasta las máscaras de momias del Imperio Romano.

Existen, sin embargo, también obras de arte del Antiguo Egipto de las que se desconoce exactamente la época a la que pertenecieron, pues a menudo poseen mensajes o significados imposibles de descifrar hasta nuestros días.

Hasta 1986 se llevó a cabo un dispositivo de seguridad de emergencia. Y finalmente en 1997, el arquitecto británico David Chipperfield consiguió la adjudicación del contrato para la reconstrucción del museo.

Su concepto se basó en reconstruirlo conservando algunas de sus salas en su forma original y combinándolas con otras partes con un nuevo diseño, las cuales coinciden precisamente con las que fueron completamente destruidas en la guerra.

En 2009 se inauguró el Museo Nuevo albergando en su interior una de las colecciones de la Antigüedad y Arte Egipcio más importantes del mundo. En su fachada oeste hoy se puede leer grabado en oro: "Artem non odit nisi ignarus", en español, "sólo los ignorantes odian el arte"; una frase que Federico Guillermo IV le dijo a Friedrich Stüler cuando le encargó los planos del museo y que explicaba claramente sus pretensiones, "educar a los ignorantes con conocimiento".

Una mirada de 3300 años de trabajos artísticos e históricos de la historia del antiguo Egipto son hoy posibles de admirar en el Museo Nuevo gracias a las excavaciones que financió el mecenas James Simon.

Dentro del museo,se hallan obras del Imperio Antiguo, Imperio Medio y Nuevo, -especialmente el Período de Amarniense- y la Época Tardía. El "Patio Griego" es una de salas más importantes y contrastadas en su interior por la representación del orden entre el hombre, la naturaleza y su relación con la teología a lo largo de miles de años en la historia.

Uno de los relieves que se extienden a lo largo de sus paredes pertenece a un templo de la pirámide egipcia del Faraón Sahure (2400 a. C.), al quien se representa como un cazador que impone a los animales salvajes y a la naturaleza que se sometan a la comunidad humana. Los dioses llevan atados libios, nubios y asiáticos para garantizar el orden político.

En contraposición, se extienden también los relieves griegos que muestran la huida de los habitantes de Pompeya durante la erupción del Vesubio en el año 79 d.C..

La temática del museo al completo, ordena las diferentes épocas de estos tres milenios, explicando cómo se llega del primer relieve al segundo, así como las distintas evoluciones de estas civilizaciones cultural, artística y políticamente.

El primer "Patio Egipcio" del Museo Nuevo fue parcialmente destruido durante la guerra. La reconstrucción que llevó a cabo el arquitecto David Chipperfield es toda una obra maestra, ya que hizo que la luz solar fuese la protagonista, tal y como ésta lo fue en el Antiguo Egipto simbolizando la vida eterna. Así, los rayos penetran en el patio a través del techo, iluminando una primera plataforma donde se encuentran los retratos de la familia Akenatón, y recayendo más tarde en la superficie baja del patio sobre los sarcófagos pertenecientes al Imperio Egipcio, Romano y la Época Tardía.

La gran mayor parte de las obras pertenecientes a la colección de arte del Antiguo Imperio Egipcio fueron abatidas por completo durante la Segunda Guerra Mundial.

La infinita variedad de formas y actitudes del cuerpo humano que se abarca dicha época se mostrará hasta el período de las últimas pirámides en no más de tres formas escultóricas: la figura sedente, la posición estática y erguida, así como la figura del escriba.

Como ejemplo de este tiempo se halla en el museo la "Figura sedente de Metjen", realizada en granito y hallada en la Pirámide de Saqqara. La obra muestra que la figura que se representa no llevó una vida demasiado ocupada, pues el estar sentado en una silla o taburete era propio únicamente de las altas clases de la época, así como el mero hecho de ser esculpido era una forma de inmortalizarlos en la vida terrenal, propio de los personajes importantes para los que la muerte de una etapa transitoria que daba paso a la existencia eterna.

Los principios del arte egipcio se formularon casi en su totalidad durante el Imperio Antiguo y fueron vinculantes en las siguientes épocas. Sin embargo, su aplicación en todo el país fue en ocasiones obstaculizada por motivos políticos.

Egipto fue el centro del mundo durante el tercer milenio antes de Cristo cerca las actuales ciudades de Cairo y Menfis, donde se hallaron la mayoría de los templos y tumbas de la región - incluyendo las pirámides de Saqqara y Giza -, zona en la que se concentró su mayor riqueza artística.

En los distritos del Delta, Egipto Medio y Alto Egipto, la producción artística decayó cualitativa y cuantificativamente de manera significativa. Sobre la base de la estructuras artísticas del Imperio Antiguo se desarrolló el arte egipcio durante el Imperio Medio. Éste se caracterizó principalmente por su juego entre lo antiguo y lo nuevo, entre la tradición y la innovación a una gran altura creativa.

Una de las esculturas destacadas dentro del museo es la figura del "Mayordomo Chertihotep". En ella, está presente la estructura básica formal y el volumen regordete en una relación equilibrada entre su punto de apoyo y la tensión de su manto.

En los detalles iconográficos - el cuello, barba y forma de la peluca – de Chertihotep sigue la figura de Motemhet, prototipo del Imperio Medio, pero se diferencia principalmente por la aparición de la corporalidad: un hombre que descansa sobre sí mismo.

Amenophis IV (1350 – 1333 a.C. ), el hijo de Tejes y Amenophis III, fue una significativa figura dentro de la religión egipcia, pues abarcó el concepto de Dios en primer plano y fue proclamado un dios monoteísta. Era considerado como creación y fruto de la experiencia en el nombre de Atón, "El Sol".

Todas las manifestaciones de lo divino en la vida humana, animal y vegetal, e incluso en las que se representaban criaturas híbridas y demonios del inframundo, tienen la imagen del sol en lo alto, mostrando a Dios como creador.

Una expedición berlinesa desarrollada entre 1911 y 1914, descubrió la ciudad que hoy conocemos como Amarna, desenterrando la mayoría de las piezas más importantes del Egipto Medio a partir de 1345 a.C., y dando nombre a este período de tiempo en sí, durante la cual el faraón Akenatón reinó en su nueva capital, Aketatón (hoy Amarna).

En representación de la Humanidad fueron desarrollados la pareja real Aketatón y Nefertiti con su hija, en un orden simétrico en un típico retablo, como una referencia al papel de la pareja real como mediadores entre el hombre y Dios. La comunicación entre Atón, el Dios del Sol, y la pareja real, se muestra en sus rayos, los cuales salen del disco solar y acaban en sus manos y nariz.

Los ideales del cuerpo bien proporcionado en el arte egipcio se basaban en representar infantilmente las relaciones métricas: con figuras de piernas cortas, un torso delgado y una gran cabeza.

La "Estatua de la Reina Nefertiti" parece haber sido completada por el escultor con un pulido de la superficie de su piedra caliza blanda. Dicho material fue bastante inusual durante el periodo de Amarna y, sus bocetos nos muestran que la figura, no es que esté inacabada, sino que sirvió como modelo para otras figuras de cuarcito duro, de las que se hallaron varios ejemplares.

La función de modelo explica la exageración de detalles estilísticos que muestran una mujer madura, de físico regordete, con el cuello flaco, con un rostro de fuertes arrugas alrededor de la nariz y la boca, y fuertemente trazada desde la boca hacia abajo. Dado que el cuerpo posee el detalle iconográfico de la corona de Nefertiti, así como unos marcados rasgos faciales, se cree que en esta estatua se debía reconocer claramente a la esposa de Akenatón.

Una comparación con la cabeza del "Retrato del Rey Akenatón" muestra amplias correspondencias estilísticas, un indicio convincente de que Akenatón dirigió la devoción al monoteísmo, así como al arte egipcio, a una nueva dirección exclusiva.

Ambas esculturas fueron encontradas en el mismo taller del escultor Tutmose.

El favorecido rey, probablemente basado en la apariencia externa del propio gobernante, es también un modelo de representación humana de la época, pues a menudo no es posible distinguir entre las caras del rey o la reina, y sólo apreciamos pequeñas diferencias en sus detalles o sus coronas. Por eso en el retrato escultórico en el que hoy reconocemos con seguridad a la Reina Nefertiti, también podríamos reconocer en sus rasgos faciales a alguna de sus seis hijas.

La cabeza del rey, claramente identificada por la base de la corona, es un molde de yeso, que el antiguo escultor egipcio vació en una cabeza de arcilla modelada - un método escultórico que se practica aún hoy en día.

En todas estas esculturas hay un rasgo en común: las asimetrías en la boca y en los ojos.

Y eso es precisamente lo que diferencia la gran obra maestra del famoso "Busto de la Reina Nefertiti" de las otras esculturas. Completamente simétrica, fue construida en un tamaño reducido en forma del busto, con un mayor detalle en todas sus formas faciales, como la delineación de sus ojos.

Fue encontrada en 1912, también en el taller del mismo escultor. El motivo por el cual se convirtió poco después de su presentación en el Museo Nuevo, en Isla de los Museos de Berlín, como una de las obras maestras más populares de arte egipcio, es, probablemente, debido a la corriente propagada en los años veinte de un ideal de belleza basada en una feminidad fresca, que este modelo busto de Nefertiti cumplía y sigue cumpliendo. De hecho, hoy el museo sigue acogiendo a millones de visitantes y su figura se utiliza como icono emblemático (y publicitario) de la ciudad.

En su perfección académica de efecto atemporal, el Busto de Nefertiti no típico de su tiempo, y su tiempo es atípico dentro del la época artística y religiosa del Antiguo Egipto. Así, que Nefertiti sea el buque insignia representativo del Antiguo Egipto es una gran doble contradicción.

La imagen en relieve de "Una pareja real" surgió inmediatamente tras la muerte de Akenatón y, aunque manteniendo todas las características iconográficas y estilísticas de Amarna, se diferencia el paso de una época distinta en sus túnicas plisadas transparentes, el alto respaldo del rey, así como en las delgadas rodillas de las figuras e hinchazón de sus muslos y caderas. Aparece aquí también, la serpiente en la frente y la falda larga en la figura del monarca.

Los exámenes realizados en la momia de Tutankamón, hijo de Akenatón, diagnosticaron que éste probablemente sufriera de una minusvalía en una de sus piernas. Así se confirma también en numerosas imágenes representativas del monarca, en las cuales éste aparece sentado, por ejemplo, cuando practica el tiro con arco.

Todo esto indica que Tutankamón era incapaz de caminar, y que dicha discapacidad se produjo en el proceso de su formación. Así, en el relieve del poema conocido con el nombre de "Paseo por el Jardín" fue reproducido de forma encriptada.

El rey, quien ascendió al trono de los faraones como un niño y murió en su juventud, aparece en varias ocasiones con una niña que actúa como reina frente a él: una de las hijas de Akenatón y Nefertiti, conocida como Anjesenamón.

La forma voladiza de la cabeza hacia atrás fue una característica importante en la representación de los hijos del rey, una particularidad que se muestra de manera muy pronunciada en el "Retrato de una princesa".

Dicha forma artística de exagerar el movimiento de las cabezas no es otra cosa que una forma de simbolizar a los niños como formas de nueva vida, un poder que concede el Dios Sol Atón en el vientre de la madre, así como una representación de la presencia de Dios en la Tierra.

El alto grado de expresividad de estas representaciones artísticas nos narran incluso los hechos que sucedieron de forma inmediata, muchos de una gran relevancia. En particular, el lugar al cual se trasladó seguidamente la corte real, que pasó de Amarna a Menfis.

Las tumbas de los más altos dignatarios de la época de Tutankamón y su sucesor, Ay, fueron redescubiertas en las últimas décadas en la necrópolis de Saqqara, en Menfis. Sin embargo, a mitad del siglo XIX, los relieves ya hablaban de dichas tumbas, las cuales fueron parcialmente halladas por aquella época.

La "Estatua de una Reina" que se halla dentro de esta colección berlinesa es testigo de una mezcla entre una nueva corriente artística y la antigua tradición. Sus proporciones altamente estilizadas, así como la sensualidad de su cuerpo herméticamente cerrado y vestido, muestran un nuevo ideal de belleza, que tiene sin embargo sus raíces en el período de Amarna.

La "Estatua de Chonsumeh" supera en su formato a las figuras de metal de épocas anteriores, testificando en su mezcla entre electro y una mezcla de metales nobles una gran perfección técnica. Estilísticamente, representa el resultado de la liberación de las formas toscas de la época de Ramsés.

La mayoría de las figuras de bronce simbolizaban diversas manifestaciones de Dios en forma de hombre, animales, así como con formas mixtas, y servían como ofrendas devotas.

Muy pocos museos en el mundo –solamente en Jartum, Boston y Londres- muestran obras artísticas y artísticas del antiguo Sudán. Aquí el Museo Nuevo de Berlín juega un papel líder, desde que Richard Lepsius visitó en 1844 los monumentos en Asuán y Jartum. Ambas expediciones están presentes en la "Sala de Sudán". Lepsius trajo como regalo del virrey egipcio Mohamed Ali, objetos significativos a Berlin como "La Estela de Semna", del faraón Sesostris II (1850 a.C.); y el "Altar de Wad Ban Naga", cuyos relieves hablan de la independencia del Reinado de Meroe, así como la temida invasión ptolemaico-romana.

Muchas representaciones de la historia del arte de Egipto utilizan el término "Período Tardío" como un término que descalifica en parte el nuevo periodo de tiempo que vino, expresando, directa o indirectamente, que fue una etapa de decaimiento a la sombra de las grandes épocas con respecto al segundo y tercer milenio antes de Cristo.

Sin duda, las condiciones históricas del arte egipcio en el primer milenio antes de Cristo tuvieron cambios significativos y duraderos.

Egipto salió del aislamiento de la autosuficiencia y la autocomplacencia, y se convirtió en un poder entre las potencias de Oriente Medio con cada vez más dependencia política de los nuevos pueblos vecinos.

Aunque incluso en este nuevo enfrentamiento con rivales equivalentes o más fuertes, Egipto siguió siendo la potencia líder espiritual de manera indiscutible. De forma que los dolorosos conflictos de política exterior y su déficit cultural y artístico, dieron lugar, por otra parte, a nuevos impulsos creativos.

Alrededor del año 750 a. C., el reino de Kush se expandió desde la zona del actual Sudán hacia el norte del egipcio Valle del Nilo, estableciendo su dominio durante la XXV Dinastía en el Delta del Nilo.

Este intenso encuentro con su vecino del sur de Egipto tuvo un impacto directo en la creación artística.

En la figura de la "Esfinge Shepenupet II", la estatua clásica se asocia con un nuevo rostro, caracterizado por un mentón saliente y huesos afilados, donde se muestra claramente el perfil de una mujer perteneciente al sur.

Las manos sosteniendo un vaso de culto del rey con la cabeza de carnero del Dios Amón, así como el rostro de la mujer como elemento humano y el cuerpo del león como componente animal, convierten a la figura de la esfinge en una manifestación divina de la monarquía, dando lugar a una creación tan sorprendente como convincente del arte egipcio, pues su complicada teología e ideología debía exponerse para ser comprendida de una manera clara.

Con la conquista de Egipto por Alejandro Magno en el 332 a. C., la independencia política del país llega a su fin; de ahora en adelante los Ptolomeos macedonios serán los que se sienten en el trono de los faraones.

Como representante de las tropas de los templos romano-ptolomeos de Dendera, Edfu, Kom Ombo y Píale, se halla en Berlín la "Puerta del Templo de Kalabsha", un regalo del gobierno egipcio a la República Federal de Alemania en reconocimiento al mérito de la recuperación de monumentos en Asuán en la presa Nubia del Valle del Nilo.

La puerta fue construida bajo el emperador Augusto, que tras el suicidio de Cleopatra en el año 30 a. C., cuando Egipto se había incorporado en el Imperio Romano.

El emperador romano está presente en las imágenes en relieve como un faraón egipcio que es víctima de los antiguos dioses egipcios. En los jeroglíficos escritos cerca de la figura del rey, se puede leer "romaios kaisaros", en español, "el emperador romano".

La perspectiva del titular del templo, sitúa al faraón como el nuevo señor del país, quien es el heredero legítimo de la comunidad religiosa egipcia y sus sacerdotes, así como dueño del aprovechamiento del cultivo de sus tierras.

Las "Máscaras de las Momias" encontradas en Meir, muestran de nuevo en auge la antigua costumbre egipcia envolver de forma figurativa el cadáver; las máscaras de las mujeres muestran el esplendor de la joyería y moda de aquel momento en la capital de Alejandría; y los hombres muestran colores y tonos dorados en sus caras, siguiendo el modelo tradicional en el que se rendía homenaje a la divinidad de los difuntos. Solamente sus coronas de flores revelan la verdadera fecha de origen, en el Período Imperial Romano Temprano.

El "Retrato de la Momia de Aline", pintado casi simultáneamente a las máscaras citadas anteriormente, parece pertenecer étnica, geográfica y artísticamente a otro mundo. Éste fue encontrado en Hawara, una de las ciudades greco-romanas en el Oasis de Fayum, cuya población extranjera efectivamente había adquirido la antigua costumbre egipcia de la momificación. Sin embargo, dotaban a las momias, en lugar de con máscaras tridimensionales, con pinturas de retratos en paneles de madera o lienzo, retratos en los cuales lo artístico parece derivar más bien de la pintura romana y donde apenas es visible Egipto como referencia de sus peinados, ropas o joyas.

La yuxtaposición de las máscaras de Egipto Medio y los retratos de las momias del Fayum, es la expresión artística de la falta de comunicación entre lo antiguo y lo nuevo, entre Egipto y Roma, y la incapacidad de los gobernantes romanos de penetrar en el dominio de la cultura de más de tres mil años de Egipto, así como también, por otra parte, la falta de voluntad de Egipto de abrirse a una nueva era.

El culto de las deidades egipcias de Isis y Osiris, mezclado con otros cultos misteriosos helenísticos, gozaron en los primeros siglos de nuestra de una manera tan popular, que se construyeron templos y monumentos en todas las grandes ciudades del Imperio, y no sólo en Roma y Pompeya, sino que también han sido encontrados restos en otras antiguas zonas romanas como Ratisbona o Colonia.

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