EL MUSEO DE PÉRGAMO

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Museu de Pérgamo
Museu de Pérgamo

EL MUSEO DE PÉRGAMO

En 1888, Guillermo II se convirtió en Rey de Prusia y Emperador de Alemania. Fue el llamado "Año de los tres Emperadores", pues en un mismo año tuvo lugar la muerte del abuelo de éste, Guillermo I, así como de su padre, Federico III, el cual murió después de tan sólo 99 días como Emperador a causa de cáncer. Por aquel entonces, Guillermo II ya llevaba quince años al servicio de los Museos Reales.

Y aunque el Emperador Guillermo II era muy moderno, el arquitecto Alfred Messel (1853 - 1909), el cual realizó una carrera humanista, fue designado como Director General de los Museos de Berlín.

Sin embargo, el Emperador influyó decisivamente con una amplia inversión en la Isla de los Museos para convertirla en "un santuario del arte y el conocimiento" en el centro de Berlín. Y buscó una nueva ubicación exclusiva dentro de la Isla para la presentación de los objetos artísticos y piezas emblemáticas de la arquitectura que mostrase los más recientes descubrimientos arqueológicos. Debía ser un nuevo museo que posicionase a Alemania en un lugar conocido en toda Europa por sus colecciones artísticas e históricas.

Realmente fue después de la fundación del Imperio Alemán, cuando surgió la necesidad de una nueva creación que representase a la capital y que satisficiese su importancia: según Guillermo II, Berlín debía ser considerada una de las grandes de Europa, tal y como lo eran hasta entonces París, Londres o Roma, y lanzar finalmente un mensaje a todo el mundo de la grandeza de su poder.

El enlace que unió a la capital con el arte y la política la realizó realizó el historiador Wilhelm von Bode (1845 – 1929) en los años 1870, el cual puso por delante la lucha por la presentación imparcial de las culturas internacionales.

El Emperador Guillermo II y Bode fueron representantes de su tiempo, quienes lograron ensamblar arte y política en un marco internacional. El Museo de Pérgamo supuso un punto de unión de relevancia internacional para mostrar los últimos hallazgos arqueológicos como parte de la Isla de los Museos, lo cual tuvo repercusiones también en la política de exterior.

Para el diseño del Museo de Pérgamo en 1907, el arquitecto Alfred Messel se inclinó por un diseño clásico compuesto por un edificio frontal con una escalinata en su fachada, conectado con otro edificio transversal a través de un patio interior. Antes de que ni siquiera se comenzara la obra, Messel murió, encargándose del proyecto su colega Ludwis Hoffmann y realizando algunos cambios en el modelo inicial. Así, hizo que cada habitación del museo se adaptara a cada pieza u objeto artístico y no al revés.

La Primera Guerra Mundial y la crisis económica, retrasaron la construcción del edificio. No fue hasta 1930, después del 100 aniversario de la Isla de los Museos de Berlín, cuando la obra pudo terminarse.

El Museo de Pérgamo es, con la reconstrucción del Altar de Pérgamo, uno de los museos arquitectónicos más famosos del mundo, el último y más grande de la Isla, que recibe más de un millón de visitantes al año. Hoy en día alberga también el Museo de Arte Islámico, el Museo de Arte de Oriente Próximo y una parte de la Colección de Arte Antiguo.

En contraste con el Museo Bode, donde para muchos está demasiado presente la sobrecarga imperial de salones con felpa; en el Museo de Pérgamo se aprecian paredes blancas, impolutas, proporciones espaciales claras y un diseño de interiores neutral, discreto y objetivo, el cual evita cualquier elemento excesivo con el fin de conducir a la concentración y el disfrute del arte. Es la mayor obra arquitectónica que llegaron a realizar tanto Messel como Ludwig Hoffmann.

El plan maestro en el marco del presente proyecto, prevé cambios que sin embargo deben mantener la integridad del Museo de Pérgamo como monumento histórico.

En su interior recopila más de 6000 años de historia cultural y artística, todo un deleite para los sentidos y una pieza elemental para la Historia de la Humanidad, que queda envuelto en un edificio que al mismo tiempo forma parte de la historia arquitectónica de Berlín.

Una de las mayores críticas que se han realizado a este museo es si los tesoros artísticos que alberga deberían regresar a su país de origen. Aunque también están los que piensan que, si no fuese por los científicos y arqueólogos alemanes, algunos de éstos quizás no hubiesen sido ni siquiera descubiertos.

En la segunda mitad del Siglo XIX, los ingleses y franceses comenzaron sus excavaciones en Oriente Próximo y, Alemania, no quiso ser menos. En 1878, con sólo 14 trabajadores, el arqueólogo Carl Humann comenzó las excavaciones en Pérgamo. Por otra parte, el arqueólogo Robert Koldewey empezó en 1899 una expedición en Babilonia. Lo que ambos pudieron encontrar en sus expediciones, iba mucho más allá de sus expectativas. Piezas menores pero no menos importantes encontraron Heinrich Schliemann en Troya y Theodor Wiegand en Mileto.

Un punto importante que cuestionan los críticos con respecto a la construcción del museo, es el hecho de que fue terminado después de la perdida Primera Guerra Mundial, lo cual supuso un cambio en su concepto básico. La estructura que posee ahora, de enormes proporciones, fue adquirida según los críticos como último vestigio de la megalomanía imperial. El Director General del Museo en 1930 Wilhelm Waezoldt, el cual estuvo presente en la larga construcción de éste, afirmó: "La larga edificación del Museo de Pérgamo ha causado algunos conflictos internos y externos. Pero ¿cuánto ha cambiado en los últimos treinta años la política, la economía, las condiciones sociales, así como los métodos ideales arquitectónicos y museísticos?".

Por su parte, el crítico de arte Karl Scheffler, dijo que no era cierto que: "las antiguas obras de arte se hubiesen visto mejor su ubicación original", pues éstas se hallaban medio destruidas en su mayoría, si no sepultadas en el mejor de los casos.

Cuando el 8 de Mayo de 1945 terminó la Segunda Guerra Mundial, la mayor parte de la Isla de los Museos quedó destruida casi por completo y, el Museo de Pérgamo no fue una excepción. Por suerte, la gran mayoría de sus obras habían sido trasladadas y no sufrieron tantos daños como sus edificios, aunque algunas de ellas sí quedaron por desgracia calcinadas. En 1958 se había formado una relación muy cercana y de confianza entre la RDA (República Democrática Alemana) y la Unión Soviética, de manera que éstos últimos devolvieron los frisos del Altar de Pérgamo junto a otro medio millón de objetos culturales de los depósitos secretos soviéticos a los museos de la RDA. Sin embargo, hoy en día todavía se estima que existen 3 millones de obras de arte en Rusia, que nunca fueron devueltas a Berlín.

Durante la época del Berlín dividido, alguna de las obras del Museo de Pérgamo se expusieron en el Berlín Occidental, en un pequeño museo del barrio de Charlottenburg. Tras la Reunificación, dichas piezas fueron trasladadas de nuevo al Museo Pérgamo. Las salas del museo están conectadas entre sí a través de pequeñas puertas abiertas. Así, cuando el visitante entra pasa de una sala a otra, puede sorprenderse aún más de la enorme amplitud que éstas poseen.

El Altar de Pérgamo es una obra magistral cuyos frisos narran la lucha entre los Dioses y los Gigantes, la cuna del Arte Griego y Oriental. El Altar fue construido para el rey Eumenes II (reinado: 197 a. C. – 160 a. C.) en arte griego como símbolo de la victoria y como fortificación contra los ataques de los bárbaros. El fragmento de mármol de sus frisos y su construcción en sí, fueron retirados de las murallas medievales y vueltos a montar en Berlín. Fue considerado como una de las grandes maravillas del Mundo Antiguo. Un tercio de la arquitectura original del Altar está en el Museo. Los frisos sin soporte están repartidos en las paredes del resto de la sala, en total, 113 metros de largo de frisos. De manera que si nos colocamos delante del Altar, podemos ver todos los frisos de un solo vistazo.

En la Antigüedad, se debía rodear el edificio para verlo pero, en los años 20, se decidió colocar de la forma que podemos apreciarlo hoy en día. En el centro, se halla la gran escalinata de 20 metros de ancho que preside la construcción.

Los frisos, como hemos citado anteriormente, muestran la Gigantomaquia, la lucha entre los Dioses y los Gigantes. Éstos narran la vida de uno de los más grandes héroes de la ciudad, Télefos, hijo de Hércules y nieto de Zeus. Aunque Hércules también es una figura importante dentro del gran friso, pues sólo a través de su intervención como mortal, los dioses fueron capaces de derrotar a los hijos de la tierra, los Gigantes. Todas las figuras individuales –con o sin rol específico-, muestran una cruel batalla con todas las facetas de la derrota y la muerte exhibiendo su poder de forma ininterrumpida. Las extremadamente finas ropas de las diosas, incluso algunos de sus pliegues, así como sus sandalias y peinados de filigrana, son totalmente diferentes los unos de los otros, por lo que en toda la obra no hallaremos ninguna figura igual a otra.

Las guerreras, exquisitamente vestidas, no revelan ningún esfuerzo, ninguna demostración de fuerza es evidente en su lucha, dominadas por su apariencia divina y fría forma pensar frente a sus oponentes, los cuales por el contrario, muestran una resistencia desesperada llena de agonía y sufrimiento. La angustia mental, el dolor y la crueldad de su destrucción en esta batalla se reflejan en los cuerpos y caras de los gigantes, a menudo, con un realismo implacable.

Radiante se muestra Nix, la diosa de la noche, con una embarcación con la que apunta a los gigantes. Aunque aún no está completamente claro el hecho de que esta grandiosa figura sea Nix, se cree que ésta lo es porque se encuentra en la parte norte del friso, reservado para las Parcas, pues el día (deidades y estrellas), domina el lado sur. Los 33 estimados escultores que participaron en esta pieza, hicieron de cada una sus 100 figuras una gran obra de arte. En Pérgamo trabajaron los principales maestros y especialistas experimentados de diversos talleres de los centros de arte más importantes del mundo helenístico. Algunos de sus nombres han sido muy discutidos, aunque se coincide que el nombre del principal director de la obra puede responder al nombre de Phyromachos.

Lo más probable es que el edificio debiese honrar a Atenea, patrona de Pérgamo. Junto con Zeus, al cual el altar también podría atribuirse, Atenea se encuentra en un lugar central del friso. Sin embargo, se cree que el Altar de Pérgamo no fue un lugar de culto, sino más bien una muestra de arquitectura política. La magnífica construcción indica mediante su esplendor y sus 36 metros de ancho y 34 de profundidad, que quizás se pretendía guiar al pueblo hacia un interior seguro, donde los comerciantes, científicos y artistas hallaran un lugar atractivo, así como que demostrase el poder de la cultura griega. En realidad, durante mucho tiempo el aspecto religioso fue relegado a un segundo plano; así que probablemente el altar sólo sirvió a la familia real como un lugar de sacrificio.

Muy simbólico de los frisos es la lucha, no sólo de los Dioses contra los Gigantes, sino de los motivos que representan: el cosmos contra el caos, la cultura contra la anarquía y, finalmente, también los griegos contra los bárbaros. Más específicamente, se calcula que la batalla entre pergamenos y las Tribus Libres de Galia, podría haber acabado con la derrota de estos últimos en 165 a.C. después de décadas de lucha, así que el Altar pudo ser un deseo de Eumenes II de construir un monumento que rememorase su victoria.

Las diferentes piezas del Altar de Pérgamo fueron unidas y reconstruidas por primera vez en Berlín entre los años 1901 y 1908. Sin embargo, debido a los resultados de su conservación, hoy sabemos que el método elegido hace más de cien años, una composición de 2,30 metros realizada a base de placas de hierro, cemento y ladrillo, no fue precisamente demasiado acertada. Por lo que en 1996, se puso en marcha la restauración de sus frisos, ya que algunas de sus partes se habían deteriorado y roto por completo. A algunas, incluso, se les realizó una copia de la original para mostrar en el museo, mientras que la verdadera solo puede ser vista de manera privada.

En la Sala Helenística, donde se halla la Estatua de Atenea, se pueden apreciar todos los ordenes de columnas: dórico, jónico y corintio en distintas proporciones, pudiéndose ver su evolución. La estatua, fue encontrada en 1880 entre los escombros de la Sala Norte del Santuario de Atenea de Pérgamo. Parece sin embargo que Atenea Partenos resucitó majestuosamente entre las ruinas, pues aunque los brazos de la diosa y su lanza se perdieron, la impresionante impresión general de esta estatua de 3 metros se conserva por completo sin ninguna otra fractura.

A través de los siglos, la poderosa estatua de mármol ha llegado hasta nosotros dando testimonio de grandes obras aún más antiguas: la escultura Atenea tres veces mayor de oro y marfil, la Fidias, probablemente realizada por los escultores más importantes de Grecia en el año 438 a.C., se creó para el Partenón en la Acrópolis de Atenas. Con cerca de doce metros se realizó también la gran estatua de Zeus en Olimpia con el mismo material, la cual se convirtió en una de las siete maravillas del Mundo. Y es que Atenea fue la obra magistral más copiada en las posteriores generaciones de artistas. Así, la Estatua de Atenea que podemos observar hoy en el Museo de Pérgamo es una copia de la del Partenón de Atenas. Su autor es aún en nuestros días desconocido.

Lo que Pérgamo pretendió durante este período de tiempo con sus prestigiosos edificios y sus obras artísticas no tenía solamente un motivo político, sino que Grecia también estuviese culturalmente a la altura de su poder. Por este motivo, esta Atenea no tenía la función de ser una diosa formidable, sino que ejerció más bien como un símbolo de la ciencia y la erudición, la cual representaba la tradición griega en Pérgamo.

La antigua ciudad de Pérgamo, es ahora la ciudad turca de Bergama, la cual se encuentra en la región costera del noroeste de Asia Menor, frente a la Isla de Lesbos.

La Puerta del Mercado de Mileto alcanza en su punto máximo de altura los 16,68 metros, siendo esta ciudad el principal centro comercial y de intercambio entre Asia y Europa. A través de sus tres puertas, inundadas en su momento por una gran marea de comerciantes y compradores, se accedía a la plaza más grande de la ciudad. Según estudios científicos, se cree que también vivieron allí muchos de los principales fundadores del filosofía griega, las ciencias y las matemáticas, como Thales, Anaximandro o Anaxímenes. El motivo de su representación fue una presunta visita de Adriano (reinado: 76 d.C – 138 d.C) en el año 129 d.C, cuya estatua fue hallada debajo de las ruinas de la Puerta, en la que se representa al Emperador Romano junto a unos Bárbaros arrodillados.

También importante fue su función como muralla protectora contra los asaltos de los persas. Un fuerte terremoto en la Edad Media causó su destrucción.

La Puerta del Mercado de Mileto nos da una idea de cómo fue el florecimiento de la arquitectura en las ciudades griegas de Asia Menor bajo el mandato de los romanos. Los pilares griegos de la Puerta, sus entradas arqueadas, así como las plataformas romanas de su fachada se funden en una sola unidad. Las columnas y pilastras se unen con el arquitrabe, el friso, la cornisa y el artesonado de descanso de una manera continua, actuando como un pedestal para el piso superior. La altura de los ejes de columna de la planta superior y la planta baja está en una proporción de 2:3. La pared posterior de la planta superior se divide en tres nichos arqueados, los cuales se alinean axialmente con las entradas arqueadas inferiores. Durante la Segunda Guerra Mundial, la Puerta del Mercado de Mileto se mantuvo en el museo. Sin embargo, no pudo ser protegida adecuadamente por sus muros y acabó gravemente dañada por los bombardeos.

La Puerta de Ishtar, así como la vía procesional de Babilonia fueron trasladadas a Berlín en 1903. Con una alta proporción de sales solubles causadas por el agua en los artefactos sensibles, para volver a obtener el esmalte original de cada una de sus piezas, éstas fueron sometidas a un procedimiento muy complejo. En 1906, se terminó dicho procedimiento y se reconstruyó la Puerta de Ishtar por primera vez.

En Mesopotamia, todavía quedan muchos edificios monumentales que recuerdan a Nabucodonosor. Sin embargo, se obtiene una mejor idea de su antigua gloria en el Museo de Pérgamo, en la Puerta de Ishtar y su Vía Procesional: aquí la legendaria Babilonia se manifiesta de una manera concreta. Bajo el rey Nabucodonosor II (reinado: 605 a.C. a 562 a.C.), quien gobernó en el oeste del río Tigris alrededor de toda la tierra de cultivos y de las regiones esteparias del Cercano Oriente, alcanzó aquí su máximo apogeo.

La Puerta de Ishtar y su Vía Procesional se conservan en el museo como nuevas, a pesar de que el ancho de la vía se redujo con respecto a la original de 20 a 24 metros de ancho, así como sólo pudieron ser reconstruidos 30 metros de la muralla frontal de sus originales180 metros con sus 120 leones. En total, 200 metros de largo por 20 de alto en su vía procesional, y 30 por 8 metros de muralla frontal.

Aún así, esta reducción no ha hecho que los visitantes del museo dejen de admirar su imponente puerta principal, así como las enormes dimensiones de la vía. Abrumador es también la impresión del fresco azul del azulejo de 11 capas que está presente por todos los rincones. Tanto a la derecha como a la izquierda, encontramos los leones, los cuales debían proteger a los residentes y disuadir a los enemigos, ya que el león era precisamente el símbolo de la guerra y la apreciada Diosa Ishtar.

En contraste, observamos unas pequeñas flores en sus frisos superiores e inferiores: una referencia al ciclo del cultivo, pues a través de este pasaje se pretendía guiar a la procesión de los dioses en la fiesta de Año Nuevo hacia el Templo, situado en el centro. Tenía pues esta vía procesional, una doble función: la de refugiar y actuar como una explanada religiosa.

Para la representación de cada león, se necesitaban al menos 46 ladrillos diferentes moldeados en once capas superpuestas e incluso más complicado fue el proceso de crear su esmalte azul brillante. Por inscripciones cuneiformes encontradas, se conoce que estaba hecha de ceniza de vegetales y de un mineral llamado "immanakku". Los científicos han estado investigando los materiales paso a paso para entender este proceso, así como hicieron un análisis espectral utilizando una costosa tecnología para poder realizar un seguimiento.

En primer lugar, la base existente se funde con esmalte, arena y ceniza vegetal y, más tarde, se muele y se añade un nuevo polvo fino. Para conseguir el color azul, se le agrega óxido de cobalto y cobre. Con agua agitada, conseguirían el barniz final, el cual tuvo que ser fundido con el ladrillo como una papilla cremosa. La pregunta ahora es, cómo podría tener éxito en el Siglo VI a.C. dicha mezcla en una producción tan complicada – y que requiere tan alta tecnología aún en nuestros días- de más de 20.000 ladrillos iguales.

Conclusiones con base científica como ésta, han ayudado a corregir la imagen de Babilonia como la ciudad del vicio y la inmoralidad. Y después de mucho tiempo, los arqueólogos han conseguido sacar finalmente a la luz una impresionante prueba de su alto nivel cultural.

Incluso se han hallado fundamentos de que la famosa Torre de Babel, tras los cálculos realizados hoy en día, podría haber llegado a medir la increíble altura de noventa metros.

El animal simbólico del dios Marduk, el dragón, también está presente en la Puerta de Ishtar como símbolo de la vida silvestre, alternativamente con el dios Hadad, dios del tiempo y símbolo de la fertilidad. Los híbridos llevan la cabeza de una víbora, tiene patas de león, garras de águila y la cola de un escorpión. En la actual Puerta de Ishtar se lograron reconstruir un total de 42 toros y dragones que se puede apreciar en el museo, pero son sólo una parte de la original, en la cual se cree que se pudo haber adornado con hasta 575 representaciones de dichos animales.

La estela del Código Hammurabi en el Museo de Pérgamo es una copia de la original, la cual se encuentra en el Museo del Louvre (París). Sin embargo, su gran significado hace que su presencia tenga una gran relevancia en este museo: fue creada por el rey de Babilonia Hammurabi (fallecido en 1750 a. C.) siendo, tanto uno de los conjuntos de leyes más antiguos encontrados a lo largo de la historia, como uno de los más importantes, pues unificaba los diferentes códigos existentes en las ciudades del imperio babilónico. El Código de Hammurabi es una recopilación de 282 leyes donde también se estableció la ley del talión, la ley que determina que la pena por un delito debe ser idéntico al infligir daño, más conocido como el "ojo por ojo, diente por diente". La obra, consistente en una estela de diorita de 2,25 metros de altura, muestra grabado dicho código escrito en caracteres cuneiformes acadios. En la parte superior, un relieve muestra al Rey Hammurabi recibiendo las leyes del Dios del Sol de Mesopotamia.

Dentro del Museo de Pérgamo se halla también el Museo de Arte Islámico. Algunos de sus puntos más fuertes son: una de las cúpulas de la Alhambra; la sala de Alepo, donde se halla un artesonado proveniente de un comerciante cristiano de Alepo (el ejemplo más antiguo de su tipo hasta la fecha y conservado prácticamente intacto); una copia del Código de Hammurabi, el primer conjunto de leyes de la historia; así como alfombras y artesanías de un menor tamaño, pero que poseen un valor histórico incalculable.

Sin embargo, la joya del museo es la Fachada de Mushatta. Aún hoy en día no está del todo claro exactamente cuando se construyó este palacio del califa, ni para qué fueron trabajados tan minuciosamente los motivos de su exterior.

El área donde fueron halladas sus ruinas ocupaban unos 144 por 144 metros cuadrados. La fachada de esta temprana fortaleza del desierto islámico de la actual Jordania, pasaron casi en su totalidad a Berlín, además de los fragmentos de la pared de Samarra –situada en el actual Irak-.

Tras un fuerte terremoto, los restos estuvieron muy amenazados por una vía de ferrocarril de treinta kilómetros que conectaba Amman con los lugares santos de la Medina, donde hoy en día se prevé la construcción de un aeropuerto. Aunque la estepa del desierto de Jordania se encuentra lejos de Isla de los Museos, en ella podemos en la actualidad admirar esta filigrana de piedra caliza en su tinte rosado.

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